ELOGIO DE TU CUERPO
Alaide Floppa
Tus ojos
Mínimos lagos tranquilos
donde tiembla la chispa
de tus pupilas
y cabe todo
el esplendor del día.
Límpidos espejos
que enciende la alegría
de los colores.
Ventanas abiertas
ante el lento paisaje
del tiempo.
Lagos de lágrimas nutridos
y de remotos naufragios.
Nocturnos lagos dormidos
habitados por los sueños,
aún fulgurantes
bajo los párpados cerrados.
Tus cejas
Las breves alas
tendidas sobre tus párpados
sólo abrigan
el espacio escaso
en el que flota
una interrogación latente,
al que asoma
un permanente asombro.
Tu nariz
Casi un apéndice
en la serena geometría
de tu rostro,
única recta
en la gama de curvas suaves,
el sutil instrumento
que te une al aire.
Cándidos olores
acres aromas
densas fragancias
de flores y de especias
- desde el anís hasta el jazmín -
aspira trepidante
tu nariz.
Tu boca
Entre labio y labio
cuánta dulzura guarda
tu boca abierta al beso,
estuche en que los dientes
muerden vívidos frutos,
cuenca que se llena
de jugos intensos
de ágiles vinos
de agua fresca,
donde la lengua
leve serpiente de delicias
blandamente ondula,
y se anida el milagro
de la palabra.
Tus orejas
Como dos hojas
de un árbol ajeno
nacen a los lados
de tu cabeza.
Por el tallo escondido
se desliza
la opulencia
de los sonidos,
te alcanzan
las vivas voces
que te llaman.
Tu pelo
Dulce enredadera serpentina,
única vegetación
en la tierra tierna de tu cuerpo,
hierba fina
que sigue creciendo
sensible a la primavera,
ala de sombra
contra tu sien,
leve abrigo sobre la nuca.
Para tu nostalgia de ave
tu penacho de plumas.
Tus manos
Las manos
débiles, inciertas,
parecen
vanos objetos
para el brillo de los anillos,
sólo las llena
lo perdido,
se tienden al árbol
que no alcanzan,
pero te dan el agua
de la mañana,
y hasta el rosado
retoño de tus uñas
llega el latido.
Tus pies
Ya que no tienes alas,
te bastan
tus pies que danzan
y que no acaban
de recorrer el mundo.
Por praderas en flor
corrió tu pie ligero,
dejó su huella
en la húmeda arena,
buscó perdidos senderos,
holló las duras aceras
de las ciudades
y sube por escaleras
que no sabe a dónde llegan.
Tus senos
Son dos plácidas colinas
que apenas mece tu aliento,
son dos frutos delicados
de pálidas venaduras,
son dos copas llenas
próvidas y nutricias
en la plena estación
y siguen alimentando
dos flores en botón.
Tu cintura
Es el puente cimbreante
que reúne
dos mitades diferentes,
es el tallo flexible
que mantiene
el torso erguido,
inclina tu pecho
rendido
y gobierna el muelle
oscilar de la cadera.
Agradecida
adornas tu cintura
con un lazo de seda.
Tu sexo
Oculta rosa palpitante
en el oscuro surco,
pozo de estremecida alegría
que incendia en un instante
el turbio curso de tu vida,
secreto siempre inviolado,
fecunda herida.
Tu piel
Es tan frágil la trama
que la rasga una espina,
tan vulnerable
que la quema el sol,
tan susceptible
que la eriza el frío.
Pero también percibe
tu piel delgada
la dulce gama
de las caricias,
y tu cuerpo sin ella
sería una llaga desnuda.
Tus huesos
Alabas
el tibio ropaje
la apariencia
el fugitivo semblante.
Y casi olvidas
la obediente armazón
que te sostiene,
el maniquí ingenioso,
el ágil esqueleto
que te lleva.
Tu corazón
Digo que es del tamaño
de tu puño cerrado.
Pequeño, entonces,
pero basta
para poner en marcha
todo tu ser.
Es un obrero
que trabaja bien,
aunque anhele el descanso,
y es un prisionero
que espera vagamente
escaparse.
Tus venas
La floración azulada
de tus venas
dibuja laberintos
misteriosos
bajo la cera de tu piel.
Tenue hidrografía
apenas aparente,
ágiles cauces que conducen
deseos y venenos
y entrañable alimento.
Tu sangre
Secreto corre el torrente
de tu sangre rápida.
Inmenso es el río
que en subterráneos meandros
madura
y nutre el ámbito
de tu vida profunda.
La cálida corriente
que te inunda
en la flor de la herida
se derrama.
Tu sueño
En tan blando nido
tu corazón descansa,
ni lo asombran
los perdidos fantasmas
que se asoman.
Pasa por tu sueño
la ola calma
de tu respiro.
En tanto olvidas
el tiempo de mañana
se prepara,
mientras estás viviendo
efímera muerte.
Tu aliento
No sé de dónde viene
el viento que te lleva,
el suspiro que te consuela,
el aire que acompasadamente
mueve tu pecho
y alienta
tu invisible vuelo.
Tú eres apenas
la planta que se estremece
por la brisa,
el sumiso instrumento,
la grácil flauta
que resuena
por un soplo de viento.
Alaide Floppa
Tus ojos
Mínimos lagos tranquilos
donde tiembla la chispa
de tus pupilas
y cabe todo
el esplendor del día.
Límpidos espejos
que enciende la alegría
de los colores.
Ventanas abiertas
ante el lento paisaje
del tiempo.
Lagos de lágrimas nutridos
y de remotos naufragios.
Nocturnos lagos dormidos
habitados por los sueños,
aún fulgurantes
bajo los párpados cerrados.
Tus cejas
Las breves alas
tendidas sobre tus párpados
sólo abrigan
el espacio escaso
en el que flota
una interrogación latente,
al que asoma
un permanente asombro.
Tu nariz
Casi un apéndice
en la serena geometría
de tu rostro,
única recta
en la gama de curvas suaves,
el sutil instrumento
que te une al aire.
Cándidos olores
acres aromas
densas fragancias
de flores y de especias
- desde el anís hasta el jazmín -
aspira trepidante
tu nariz.
Tu boca
Entre labio y labio
cuánta dulzura guarda
tu boca abierta al beso,
estuche en que los dientes
muerden vívidos frutos,
cuenca que se llena
de jugos intensos
de ágiles vinos
de agua fresca,
donde la lengua
leve serpiente de delicias
blandamente ondula,
y se anida el milagro
de la palabra.
Tus orejas
Como dos hojas
de un árbol ajeno
nacen a los lados
de tu cabeza.
Por el tallo escondido
se desliza
la opulencia
de los sonidos,
te alcanzan
las vivas voces
que te llaman.
Tu pelo
Dulce enredadera serpentina,
única vegetación
en la tierra tierna de tu cuerpo,
hierba fina
que sigue creciendo
sensible a la primavera,
ala de sombra
contra tu sien,
leve abrigo sobre la nuca.
Para tu nostalgia de ave
tu penacho de plumas.
Tus manos
Las manos
débiles, inciertas,
parecen
vanos objetos
para el brillo de los anillos,
sólo las llena
lo perdido,
se tienden al árbol
que no alcanzan,
pero te dan el agua
de la mañana,
y hasta el rosado
retoño de tus uñas
llega el latido.
Tus pies
Ya que no tienes alas,
te bastan
tus pies que danzan
y que no acaban
de recorrer el mundo.
Por praderas en flor
corrió tu pie ligero,
dejó su huella
en la húmeda arena,
buscó perdidos senderos,
holló las duras aceras
de las ciudades
y sube por escaleras
que no sabe a dónde llegan.
Tus senos
Son dos plácidas colinas
que apenas mece tu aliento,
son dos frutos delicados
de pálidas venaduras,
son dos copas llenas
próvidas y nutricias
en la plena estación
y siguen alimentando
dos flores en botón.
Tu cintura
Es el puente cimbreante
que reúne
dos mitades diferentes,
es el tallo flexible
que mantiene
el torso erguido,
inclina tu pecho
rendido
y gobierna el muelle
oscilar de la cadera.
Agradecida
adornas tu cintura
con un lazo de seda.
Tu sexo
Oculta rosa palpitante
en el oscuro surco,
pozo de estremecida alegría
que incendia en un instante
el turbio curso de tu vida,
secreto siempre inviolado,
fecunda herida.
Tu piel
Es tan frágil la trama
que la rasga una espina,
tan vulnerable
que la quema el sol,
tan susceptible
que la eriza el frío.
Pero también percibe
tu piel delgada
la dulce gama
de las caricias,
y tu cuerpo sin ella
sería una llaga desnuda.
Tus huesos
Alabas
el tibio ropaje
la apariencia
el fugitivo semblante.
Y casi olvidas
la obediente armazón
que te sostiene,
el maniquí ingenioso,
el ágil esqueleto
que te lleva.
Tu corazón
Digo que es del tamaño
de tu puño cerrado.
Pequeño, entonces,
pero basta
para poner en marcha
todo tu ser.
Es un obrero
que trabaja bien,
aunque anhele el descanso,
y es un prisionero
que espera vagamente
escaparse.
Tus venas
La floración azulada
de tus venas
dibuja laberintos
misteriosos
bajo la cera de tu piel.
Tenue hidrografía
apenas aparente,
ágiles cauces que conducen
deseos y venenos
y entrañable alimento.
Tu sangre
Secreto corre el torrente
de tu sangre rápida.
Inmenso es el río
que en subterráneos meandros
madura
y nutre el ámbito
de tu vida profunda.
La cálida corriente
que te inunda
en la flor de la herida
se derrama.
Tu sueño
En tan blando nido
tu corazón descansa,
ni lo asombran
los perdidos fantasmas
que se asoman.
Pasa por tu sueño
la ola calma
de tu respiro.
En tanto olvidas
el tiempo de mañana
se prepara,
mientras estás viviendo
efímera muerte.
Tu aliento
No sé de dónde viene
el viento que te lleva,
el suspiro que te consuela,
el aire que acompasadamente
mueve tu pecho
y alienta
tu invisible vuelo.
Tú eres apenas
la planta que se estremece
por la brisa,
el sumiso instrumento,
la grácil flauta
que resuena
por un soplo de viento.
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